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Misión en áfrica


Miguel Sabata

PRóLOGO:

El principal motivo por el cual escribo estas historias es porque yo pensaba que cuando hablamos u ofrendamos para áfrica y también a otros lugares, nos hacemos la idea de que son millones de negritos todos iguales, famélicos de hambre, con enfermedades, huyendo por las guerras, pero no tenemos ningún tipo de conocimiento de su personalidad, de sus sueños o deseos. Pensaba que son sólo contornos de muchas personitas; a quienes ofrendamos o por las que oramos. Y pensamos que cuando cumplimos con nuestra "obligación" de hacer esto ya se terminó nuestra tarea, y nos olvidamos que detrás de cada niño o adulto que vemos en fotografías o videos hay no sólo una historia (casi siempre trágica), sino una historia de vida, sueños de salir de semejante pobreza, comer mejor, estudiar y realizarse. Pero su deseo es querer hacerlo sin ser desterrado, perseguido o separado de sus seres queridos.

A veces escuchamos en las noticias que fueron desplazados de sus tierras o invadidos. Eso les cuesta dejar absolutamente todo y comenzar de nuevo en un lugar a cientos, o a veces miles, de kilómetros de su terruño donde nacieron y crecieron, de donde se sienten parte.

Como dice nuestro Señor Jesús: la mies es mucha pero pocos los obreros. Roguemos al Señor de la mies que envíe obreros porque es mucho el trabajo, mucha la necesidad y si Dios pone en tu corazón dar, orar o ir a esos lugares entonces hazlo con todo tu corazón y con todas tus fuerzas.

Quiero, a través de estas historias, recrear algunas que me tocaron vivir y ruego a Dios hacerlo con claridad; haciendo énfasis en que cada uno de esos seres que son extraordinariamente sensibles, amables, receptivos e inteligentes. Y que cuando hables, ores, ofrendes o vayas quizás a áfrica sepas que cada uno es un ser creado a SU imagen y semejanza y tiene el soplo de vida que EL le dio.

Como se dará cuenta al leer, no son reportes de grandes campañas evangelísticas, o multitudinarias reuniones televisadas y menos grandes predicaciones; son el cumplimiento de las palabras de Mateo 25:45: "lo hiciste a uno de estos pequeñitos".

Desde hace mucho me di cuenta que debo comenzar con uno, con mi prójimo, el que está cerca; ir a su prisión (tal vez espiritual), conocer cual es su hambre y sed, tratar de menguarla, y que el SANTO ESPíRITU HAGA SU OBRA.

-I-

Se llamaba Rachidi. Siempre me recordaba a Aladino ¿recuerda el cuento, el de la lámpara? No sé por que razón yo lo veía así. Mezcla de negro, muy negro, y algo de oriental, digamos paquistaní o hindú. Siempre con una sonrisa contagiosa y que invitaba a ser amable con él.

Muchas veces me tocaba como chofer y paseábamos por todos los lugares más inimaginables de Maputo (la capital de Mozambique). Era muy comunicativo, siempre hablábamos bastante de todo y yo siempre lo indagaba mucho acerca de su vida.

Su crianza había sido muy buena. Su padre tenía un taller y el se había criado arreglando autos con su papa. Hasta que comenzó a beber demás y a frecuentar mujeres de mala vida. Se desbarrancó robando y bebiendo hasta que fue echado por su padre. Fue despreciado por su familia no dejándolo acercarse a su casa, y quedó en este centro de rehabilitación donde estaba hace tiempo.

Como hacía un año que se comportaba bien, le habían dado responsabilidades, así como manejar y moverse, pero siempre con un supervisor.

Pero un fatídico día, el bueno de Rachidi, cayó otra vez en su propia trampa. Pudo escaparse por casi diez minutos y se tomó todo lo que encontró. Bebió no sé si con algún antiguo amigo o robó dinero; lo real fue que le sacaron sus privilegios y fue castigado. Fue tan dura para él esta sanción que se rebeló y se perdió en la ciudad por más de una semana.

Hasta que apareció un día más negro, más triste y más serio que nunca. El brillo de sus ojos y lo que era que el tenía de amabilidad y simpatía ya no estaba.

Lo encontré en una puerta donde las personas están esperando tiradas en el suelo alguna dádiva o esperan que les sea permitido entrar a este centro de rehabilitación. Allí fui yo porque algo me impelía a ir. Este muchacho que muchas veces me había alegrado charlando y me comparaba con su padre, ahora estaba triste y con la cabeza gacha, apesadumbrado y avergonzado.

Me abrí camino entre muchos y trate de acercarme porque yo sé lo que es el dolor y la vergüenza por el pecado. El se escapó de mi avergonzado y no se dejó alcanzar.

La dureza de la institución le impidió reingresar y cuando terminó su entrevista salió por una puerta por la que yo no pude verlo. Preguntando a algunos que estaba allí me dijeron por donde se había ido y allí fui corriendo. Era para un barrio bastante, por no decir muy, populoso exclusivo de negros donde los blancos pasan en sus coches raudamente; pero yo no hice caso de nada de eso y lo seguí. Cuando hice cien metros (que era lo que me dije que haría, y si no lo veía me volvería a mi lugar seguro) lo vi veinte metros delante de mí, en una mesita donde venden tragos y cigarrillos. En ese momento había comprado uno y lo trataba de encender por lo que me dio tiempo para alcanzarlo y ponerme detrás de el. Cuando dio su primera bocanada lo agarré de atrás en un abrazo que lo hizo saltar; cuando lo deje dar vuelta Rachidi no sabia como tirar su recién prendido cigarro, algo que jamás haría un mozambiqueño por el valor de estos.

Rompimos a llorar los dos, obviamente alrededor se hizo como un torbellino negro de gente que miraba expectante. Imaginen sobre la vereda soleada, una multitud de gente de color y un blanco "haciendo" llorar a un negrito; el lloraba y me pedía perdón por haberme defraudado; yo trataba de explicarle que él en realidad no me había defraudado a mi sino a si mismo porque había creído que no iba a caer, y ahora se encontraba tan lejos de todo consuelo.

Pasamos un buen rato hasta que él les pudo explicar a los que estaban alrededor que no corría peligro su vida y que estaba todo bien.

Nosotros fuimos unidos por el amor de Dios que se manifestó en ese momento de una forma increíble perdonando su culpa. Desde ese día sé que Dios me dio el corazón de Rachidi; yo era su padre aunque no teníamos el mismo color pero si la misma sangre, o sea, la de Jesús. El creía ser musulmán por tradición, pero luego de esto ya no lo fue más.

Vaya mi recuerdo para ese joven. Sé qué áfrica necesita PADRES; pastores o misioneros que sepan no sólo la liturgia de un culto y explicar la Biblia, sino que puedan añadir a ello el evangelio de la misericordia, de visitar al preso, de dar agua al sediento y de comer al hambriento…

-II-

Paulo, el angolés. Misionero en Mozambique. Lo conocíapenas llegué a Mozambique y supe que necesitaba tanto de un amigo como de un consejero. Tenía 28 años y podría ser mi hijo; en realidad él deseaba serlo, se encontraba solo, muy solo, en un pais extraño para él pues venía de Angola, país con el mismo idioma imperial pero de diferentes etnias, y se recelan mucho.

Comenzamos visitandola cárcel central. La más vieja y más grande; era en realidad como un depósito de hombres que deambulaban sin higienizarse, sin medicarse, olvidadosdel mundo exterior ,de sus familiares y allegados, enfermos de sida, de hepatitis b, de lepra y de todo lo que Ud. pueda imaginar. Además, con hambre; esa extraña palabra que nosotros en este bendito país no imaginamosexperimentar.

Cuando comencé a tratar e intimar con este negro de aproximadamente dos metros de alto, rapado, y de ojos saltones, me fui dando cuenta que había quedado con el ministerio que nadie quería hacer y se regocijótanto cuando yo me uní a él para hacerlo, que de verdad me lo compré. Viajabamos en una camioneta cargada con cerca de trescientos kilos de papiña(una especie de polenta blanca con leche y azúcar) para darles a los presos y de paso predicarles el evangelio.

Como dije, habia quedado con el ministerio mas "sucio" (déjeme decirlo así) y en un estado de abandono tal que nadie lo quería acompañar y él se sentia muy solo. Viajabamos aproximadamente cincuenta minutos o una hora, para llegar a veces un poco salpicados por ese líquido chirlo que no creo que pudiera servirse en ninguna mesa más o menos decente. Llegábamosa ese lugar tan, pero tan sombrío,soportábamos una requisa digna de pelicula, de celulares, de todo elemento contundente, del vehiculo por debajo; así, con toda la intimidación imaginablá, entrabamos a ver a unas cinco mil almas que deambulaban desordenadamente por esos pisos de tierra, apiñándose los más afortunados en los pocos lugares con sombra que aliviaban los 47grados centigradosque a esa hora (generalmente las 14 o las 15 hrs) pegaban con toda su fuerza sobre nuestras cabezas.

Hacer esta obra sencillamente era heroico; y este muchacho lo hacía aunque sus brazos estaban cansados y su espíritu flaqueaba. Pude acompañarlo unas siete oportunidades a ese lugar, lo que permitió formar entre nosotros una relación muy estrecha y que le ayudaba, pues ése lugar que DIOShabía elegido para él -aunque fuese momentáneamente- era un lugar sumamente dificily que parecía sin fruto.

Esa gente recibia esa comida; pero vi que también estaba ávida de amor e instrucción. Habiapersonas que hacía diez años estaban allí sin que nadie, ni siquiera sus familiares, hubieran reclamado por ellos. Menos aún acercarse y darles un abrazo, cosa que en una oportunidad hice lo que formó una cola como de cien metros... ¡y después que les daba un abrazo, corrían a la cola otra vez para poder sentir un poquito de ese amordel cual nosotros les hablábamos!

Entre todo este mar de cosas imaginen a este muchacho de veintiocho años, solo, sin respaldo, remando y tratando de hacer. Estuve con él tres meses; quizá es muy poco. Sé quelo ayudé y que cambió muchas formas de ver, pero en el áFRICA de hoy no es mucho lo que se puede hacer. Menos aún invertirtiempo en preparar obreros.

Por eso es importante orar que DIOSenvíe obreros a Su mies, pero a la manera como lo hacía éL, enviándolos no solos sino de a dos.

A veces es tanta la necesidade insignificante el lugar que se descuidan espacios,como se ha hecho con áFRICA, donde la doctrina musulmana va tomando posesión de tal manera que en cien años el evangelio no ha crecido nada.

Oremos para que a muchos Paulos DIOSlevante, que estén dispuestos a ir y enterrar sus vidas por esa causa:CRISTO .

-III-

Su nombre era Lisboa. Su padre se lo había puesto en honor a la capital del imperio que los sometía; quizá para congraciarse, no sé. Yo lo conocí entrando a la tienda de artículos usados (electrodomésticos, muebles, ropas, adornos , etc.), que era una enorme esquina de aproximadamente 100 metros cuadrados, donde la gente entraba y salía muyfrecuentemente.

Lugar muy concurrido en la principal avenida de la ciudad, tenía una sola puerta de entrada y salida y, bueno, como era en áFRICA, no había de esos sensores que detectan si 'por algún descuido' alguien se olvida de pagar y sale.

Alli estaba él, con 50 años que parecian muchosmás, sentado en una silla con cara de inquisidor para que ninguno pasara con bolsa en la mano. Si se llevaba una, él pedía que se la dejaray entregaba un número; al retirarse la gente, él les devolvía sus bolsos, y si habían hecho una compra él verificaría mercadería y boleta.

Ese era su trabajo durante más dediez horas diarias; no necesitaba ser un genio, claro. Cuando yo llegué, como me era necesario practicar el idioma, me pasaba con él un buen tiempo por día conversando. Allí comenzamos a conocernos y descubrí que había sido diácono de una iglesia evangélica. Padre de familia con dos hijos, una hermosa familia paterna, su hermano médico, todos universitarios, pero resultó que Lisboa dejó la iglesia, comenzó a beber, se descarrió, y finalmente perdió a su esposa,a sus hijos y su trabajo.

Mire usted, su trabajo era importante, ¡él era ingeniero!, ¿Cómo?

Sí, ingeniero civil. Había construído varios edificios, muchas obras grandes, viviendas. Ahora solamente podía verse casi a un anciano con poca vida en elhorizonte, realizando esa tarea tan insignificante, rutinaria y gris.

A medida que nos fuimos conociendo encontré que había conocido en él a la persona más fiel y confiable en ese bendito pais. No pude dejar pasar la oportunidad de proponer en una reunión con el encargado general de la misión, que se le diera trabajo a este hombre en un proyecto que se estaba gestando. Alcancé a ver, el dia que me iba de Mozambique, como él ya hacía dos semanas trabajabaen una oficina privada -muy a pesar de algunos-, en un escritorio, ¡como ingeniero!

Tantas veces no sabemos el valor de la gente que tenemos al lado, solo porque no preguntamos, o por no dar el primer paso.

Con este hombre me pasó que cuando nos despedimos él lloró y yo también; pero me enseñó a dar un abrazo tocando nuestros pechos porque, decía, es cuando más cerca están nuestros corazones.

Realmente dejé un amigo y un hermano. Estaba en una cárcely necesitaba ser visitado. Necesitaba que le llevaran un vaso de agua de ánimo y lo alentaran, algo que no se hacemuy frecuentemente.

SEñOR JESUS, abre nuestros ojos para ver a los necesitados a nuestro alrededor; danos tus ojos para ver con tu mirada.